Las voces del mundo, enmudecieron
durante años el Incidente del equinoccio de Otoño, que desde 1983 mantuvo
oculto entre la guerra fría que experimentó la humanidad, liderada por dos
gigantes, la gran URSS contra el enorme Tío Sam, y el heroísmo escondido entre
filas de apartamentos, a 50 Kilómetros de Moscú, en un segundo piso.
Sin afeitar, con los pies
cansados y subsistiendo a penas con € 200 al
mes, el verdadero héroe, el verdadero
premio nobel de la paz, el gran súper humano que nunca llevó una S en su pecho,
a penas hoy podemos saber de él.
Fue en 1998, cuando por fin lo
hallaron. Rodeado de incógnitas y recuerdos, porque en la historia muchas veces
es preciso reconocer más importante lo que casi sucede de lo que pudo ser.
Podemos, a sus 32 años de exilio,
recordar al hombre del que la mayor parte del mundo nunca ha oído hablar, y
quién después de haber salvado al mundo de un fin atómico, se convertiría en el
héroe más grande de todos los tiempos.
En medio del espanto y la amenaza
de una tercera guerra mundial, la noche del 25 de Setiembre de 1983, la tensión
se acrecentó. Un coronel de 44 años de edad, destacado en la sección de
inteligencia bélica de los servicios secretos de la antigua URSS, llegaba a su
puesto de mando al centro de alerta temprana de inteligencia y estrategia
militar. Desde ese lugar se coordinaba la defensa aeroespacial Rusa.
Por casualidad, o por la razón
que más adelante contaría el mismo Coronel Petrov a la periodista Alesia
Miguens del medio alternativo (InformadorPúblico.com), “sólo fui la persona
correcta en el lugar indicado”. Esa noche el Coronel Stanislav Petrov, protagonista
de esta publicación, debería haber estado libre, él fue convocado en última
instancia pues el encargado del Bunker Serpukhov 15 se había reportado enfermo.
¡En una noche donde el holocausto estuvo cerca!
La madrugada del 26 de Setiembre,
a las 00:14 todas las alarmas se activaron, mostraban que se dirigía a Rusia un
ataque con un misil enviado desde bases militares Estadounidenses en Montana,
USA.
Algo para lo que debían estar
siempre preparados había ocurrido, Petrov dio las órdenes a sus sub alternos sobre las normas a seguir, hizo su
parte verificando los datos al momento que pedía confirmación aérea, las cuales
fueron negativas dadas las condiciones climáticas.
Un solo misil no era suficiente
para atacar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, esa conclusión le
hizo considerar el ataque como un error del sistema, sin embargo, minutos
después una nueva activación de alarma, anunciaba la detonación de dos nuevos
misiles con el mismo objetivo y enviados desde el mismo lugar en América, la
costa Este de Estados Unidos. Los puntos rojos parpadeaban mientras la
adrenalina se apoderaba de los nervios del Teniente coronel Petrov.
Una nueva alerta confirmó el
envío de tres misiles más. Cinco en total, al parecer, habían sido enviados en
menos de 5 minutos. Suficiente material nuclear para desencadenar el Armagedón.
El Coronel Petrov tenía que tomar
una decisión, alertar a sus superiores, era eso lo que indicaba el protocolo de
guerra, sin embargo, mas por una razón que se asocia al sentido común que al tecnicismo
militar, el coronel Petrov basó su versión en un tema particular. Después de
detonado el primer misil, el sistema de seguridad poseía 29 filtros de alerta
más que sencillamente fueron burlados, era imposible que el sistema por
completo se equivocara 5 veces en sus 29 alertas por cada misil.
Tenía que ser un error, ¿y si no
lo era?
A partir de la activación de la
primera alerta, el misil tardaba alrededor de 20 minutos en impactar Rusia,
habían pasado 10 minutos, quedaban otros diez para tomar la decisión.
El principio fundamental de la
Guerra Fría era enviar de cientos de misiles simultáneos, no 5 y de uno en uno,
era un error, mas de cien personas entre oficiales y militares rusos tenían sus
miradas puestas en Petrov.
Los objetivos suicidas aún no
habían aparecido en el mapa bélico mundial, los rusos sabían que Estados Unidos
comprendía que un ataque así no solo activaría la tercera guerra mundial si no
que pondría muerte a su propia nación. O tocaba el botón rojo o salvaba al
mundo, la paz estaba en manos de Stanislav Petrov.
Decidió mantenerse en su
hipótesis de que era un fallo del sistema, se mantuvo. Los más de 100 oficiales
a su cargo sudaban mares; si Petrov se equivocaba estaría pasando por alto un
ataque 250 veces más desastroso que el que sucedió en Hiroshima y Nagasaki.
Y justamente, faltado 30 segundos
para la detonación del primer misil contra Moscú, las sirenas y las alertas se
apagaron de golpe, había tomado la buena decisión, acaba de salvar al mundo.
Al mejor estilo de las series de Hollywood,
pintorescas y llenas de falsos súper héroes, en 1983 Stanislav Petrov acababa
de salvar al planeta de un cataclismo.
Empapados en sudor, sus
compañeros los camaradas socialistas, saltaron a abrazarlo y felicitarlo por su
gran decisión. Abrumado y feliz a la
vez, Petrov se sentó en un sillón y bebió medio litro de Vodka, luego durmió
por 48 horas seguidas.
La indignación recae en el
desenlace de esta historia, que aunque en 1983 terminó con un final feliz, no es
la misma suerte que corrió el Coronel Stanislav
Petrov, quién fue culpado por no alertar a sus superiores sobre lo ocurrido. Mas
tarde ante el asombro el gobierno Ruso quién no podía permitirse que USA y su
propio pueblo se enteraran de lo sucedido, decidió adelantar al Coronel su jubilación
de la cual hoy a sus 77 años goza. Pensión que apenas le permite salir en busca
de suministros de supervivencia, cuando su salud le permite salir del segundo
piso del edificio en el suburbio que habita, en su natal Moscú.
Algunos reconocimientos empezaron
a adornar a partir del 2004 la pared principal de su vivienda, ninguno de ellos
fue otorgado por su país, Rusia.
El Coronel Stanislav Petrov, es
el héroe de todos los tiempos, el oculto salvador del mundo.
Referencia:
InformadorPúblico.com (2015)